sábado, febrero 16, 2008

Sirena

La otra noche, el canto apagado de una sirena me sacó de entre las imágenes intermitentes de la pantalla de televisión, la hora era indefinida porque los relojes habían dejado de funcionar. La voz se fue distinguiendo de los sonidos revueltos de los canales. Un fino hilo de seda fue llamando a mi sentido caótico. Más alla de la pantalla, fuera de ese círculo de voces donde la madrugada es silenciosa, más alla se libraba una amorosa batalla, el sueño de la noche y las notas irrumpiendo en él, para quebrarlo, para matarlo mientras duerme. Se levantó mi cuerpo y se deslizó por sombras y cosas sin color, los pasos quedos, pies descalzos, boca cerrada.

La otra noche me llevó el canto, me desprendió la piel y me hizo llorar, extrañé mi propia voz, acallada hace tiempo por el rumor del día, caminé buscando la primera nota, los labios, la lengua, la garganta creadora. El cuerpo se me fue caminando por las calles oscuras, a encontrar un prodigio, dejé la puerta abierta, los zapatos junto al sofá, la taza caliente de café, el amor en sus labios entreabiertos. Se quedó todo en el color más transparente.